lunes, 30 de noviembre de 2009

Reencuentro




















Sucedió en un espacio de ciudadanía imparcial y particularismo histórico, hecho de necesitadas coincidencias, limitaciones y medias luces..., cercano y lejano al unísono, del todo y de la nada. Un territorio que era salpicado con animadas muchedumbres venidas desde lo más lejano de Gaia, madre siempre bienvenida, y autóctonos con denominación de origen.
En una esquina interior y de excepción, un infante de ojos vivarachos y piel morena que compartía refresco y mesa, fue inducido a expresar de modo artístico una renombrada marca de cilindrada deportiva notable. A duras penas, balbuceando, optó por lo que su inocencia le sugería ante la broma, esbozando una sonrisa de oreja a oreja. Los adultos que le rodeaban fueron complacidos por la respuesta que su corta edad podía ejercer y el intento de vocalización con la boca llena se quedó en eso. Pese a no entender el juego, su mirada demostró que, pese a todo, la diversión era asumida como parte del aprendizaje de la vida. A partir de ahora, su subconsciente memorizaría el detalle.
Era tarde y los estómagos requerían una ingesta lógica para la hora que marcaban los relojes y que el ritmo laboral había desecho. Las obligaciones pesaban y la charla, después de compartir sabidurías y desconocimientos mutuos, llegaba al colofón adecuado y sonrientemente formal donde los coincidentes, recuperando las buenas costumbres, se dieron los deseos más ubicuos, habida cuenta de la tardanza desde la anterior cita. Cada uno escampó hacia su guarida.
Era luna de noviembre, creciente, con mensaje implícito del elemento acuático por excelencia. Una de las fases del satélite más bellas de la simbología de lo femenino.
Qué coincidencia. Y María Sarmiento no estaba. ¿Se la llevaría el viento?

Cosas de las lunas...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Rentabilidad











 












Se entiende por negocio esa actividad económica que sufre una serie de cambios y alteraciones comunes, siempre bajo la acción de la oferta y la demanda, eterna ley. Como pagano en el tema no pretendo extenderme sobre ello, pues desconozco pormenores que relacionan esos múltiples factores que les influyen, pero a buen seguro distingo, como ciudadano de a pie, entre lo que se ofrece y lo que se consigue.
De un tiempo a esta parte, el afán de muchos empresarios por sacar más jugo a esos negocios les lleva a no percatarse de los perjuicios que ocasionan en algunos sectores de la población, que padece directamente los cambios de la susodicha ley. Ya se sabe; lo cualitativo está reñido con la frialdad numérica. La posición del empresariado, difícil; la competencia del mercado aprieta. El iva, los intereses bancarios, también. Y así otros elementos que no lo hacen fácil. Pero ellos siguen practicando ese deporte.
Si nos adentramos en el ámbito educativo, la situación se complica, pues se especula con la enseñanza, el aprendizaje de la persona, que dispone y posee el derecho a la calidad que, publicitariamente, se le ofrece y que, circunstancias colaterales aparte, no se cumple, llámense como se llamen las “excusas”. Estamos en tiempos donde hay que super apretarse el cinturón, donde el paro y demás vicisitudes monetarias campean a sus anchas, sea en el territorio nacional o en el familiar. Pero si al principio, cuando comenzaba la crisis, había calidad racionalizada, ahora crece la irracionalidad en el modo de ofertar cualquier producto o servicio. La cuestión estriba sobre el espacio vital que disfrutan un grupo de personas por una módica cantidad. En la actualidad se tienen que conformar con menos e incrementando el pago. El orden de los factores, esta vez, sí altera el producto y el estado de ánimo.Según ello, el cliente ¿qué opina? Su peseta cada vez más devaluada, y si no obtiene lo que demanda, ¿qué puede ofrecer el empresario, realmente?
Aunque se vista la mona como se vista, se calma al usuario con estadísticas frías, encuestologías que le hacen partícipe, informes sociológicamente aceptados e institucionalmente reconocidos, pero que, en definitiva, no reflejan el sentir verdadero de aquel. Sus quejas se quedarán en meras protestas airadas con voz alterada que, tapando agujeros durarán poco cerrados. El problema seguirá existiendo, pese a las advertencias de los profesionales que viven “in situ” éste, convirtiéndose en pobres urbanos de un tráfico que no controlan.
La rentabilidad la hacemos cada uno de nosotros. No sólo es responsabilidad de unos pocos, bien atrincherados. Es una cuestión de todos y para todos. De lo contrario se perderá la credibilidad; la nuestra, también. Y entonces, ningún Adam Smith podrá teorizar de nuevo.

Diario “El Far del Llobregat” (Opinió/Tribuna d’Actualitat), 18.06.1993 

martes, 15 de septiembre de 2009

Pasear










































Me resultó chocante la puntual aglomeración que se daba cita en aquel lugar, enclave estratégico por otra parte, del territorio francés. El atractivo turístico hacia de aquel espacio, sin embargo, algo muy frecuentado, y la coincidencia común llenaba de prisas, nacionalidades y apretujones cualquier itinerario de los aconsejados al visitarlo. Era un continuo salvar el escollo humano, pues no se permitía el sosiego cuya finalidad fuera el disfrutar y enriquecerse del entorno paisajístico e histórico, haciendo del recorrido algo difícil en sí mismo.
Posteriores andaduras, sea por zonas olímpicas, casco antiguo de nuestras poblaciones o zonas comerciales, me sumergieron en el diccionario a la búsqueda del término. Reflexionar sobre este verbo es tarea ardua, ya que un primer significado te lleva a un segundo o tercero, y su contraste te aleja de la realidad, por el simple hecho de que cada deseo debe de ser respetado. La acción supone, de entrada, el disponer de espacio vital para hacerlo, resultando contradictorio que, sin ver más allá de nuestros pasos, nos veamos rodeados de un amontonamiento inusual e ilógico para unas horas de asueto a nuestra disposición. Si su significación principal es distracción, libre utilización del propio tiempo, el caminar sin dirección determinada es imposible, en ocasiones, desde cualquier ángulo. La muchedumbre coincide al mismo tiempo, y calles y plazas se convierten en riada de obstáculos que hay que sortear antes de alcanzar el susodicho y deseado momento donde la mente se explaya a gusto sin premuras de tiempo. A no ser que se pretenda un eremitismo en algún valle perdido de nuestras montañas, so pena de padecer viaje a cuatro ruedas para llegar, no hay rincón que se vea libre del alud curioso de la gente, en su afán de invadir lo invadible. Quizás la culpa de todo la tenga el reloj; y si no, que le pregunten a la estresada ballena del zoo.


Diario comarcal “El Far del Llobregat”, sección Opinió/Tribuna d'Actualitat. 20-11-1992

lunes, 24 de agosto de 2009

Universidad...













































Quiero pensar que en el terreno en que no movemos, o nos vamos a mover a partir de la fecha por nuestra futura competencia profesional, el uso que se haga de las nuevas tecnologías tenga que ver con la utilización de una herramienta más. Una herramienta que permita una multiplicidad de oportunidades a la hora de conseguir acceder a información, sea privilegiada, lejana, con otro lenguaje, etc., para un mayor enriquecimiento personal o de mis semejantes. No es una declaración de buenas intenciones, sino una visión práctica de lo que pienso que debe de ser la cibercultura, entendida ésta como un modo de actuación amplio y comunicativo, sin que la prisa, la velocidad de acceso, el afán por la apropiación de conocimientos sea el leitmotiv que me distinga.
El autor manifiesta en su exposición toda una serie de consecuencias bienintencionadas de una nueva forma de vida que nos integra a todos, nos hace más próximos, más iguales, nos permite un intercambio…¿real?...; ¿verdaderamente?.
Opino que intenta describir una sensación de vivir, es decir, un deseo de hacernos creer qué es el futuro. Pero éste, según el texto, está salpicado por una serie de términos que relacionan más el mercantilismo, la consecución de bienes y servicios, sin moverse de casa, por así decirlo. Todo con una rapidez vertiginosa, donde los empresarios, los nuevos ciberburgueses, impulsores de las sociedades a través de las diversas etapas históricas, sean los que determinen el modus operandi del resto de la población, abarcando el máximo de los territorios, siempre comerciales, del planeta. Ello conlleva a un cambio en las mentalidades, en la política ciudadana, etc., contrayendo nuevas pautas y compromisos que, bajo mi punto de vista, alejarán a unos de otros.
¿En qué consiste, pues, la socialización en los ámbitos locales, el diálogo de las diferentes cuestiones cotidianas que nos atañen a todos? ¿Dónde quedarán los espacios que dinamizan e impulsan la participación civil? Todo lo que han luchado los dirigentes locales, políticos de a pie, en pos de la convivencia, ¿quedará en nada? ¿Qué será de la buena vecindad, la relación estrecha con la tienda de ultramarinos que tengo al lado de mi casa? ¿Tenemos derecho a imponer un determinismo mercantil en aras del progreso de unos pocos? Estos siempre serán unos privilegiados, por que poseerán los medios, las máquinas y demás cuestiones de orden corporativista.
Sus organizaciones siempre estarán por encima de otros intereses más humanistas. No querrán, ni dejarán, que perdamos el tren evolutivo; nos contagian su optimismo, sus ideales, sus métodos, en definitiva. Incluso sociedades tradicionales, rurales, ya se están amoldando a éstos (Véase Diario El Mundo, “La globalización según los indígenas”, Marzo de 1998/César González, Teotihuacan_México), ejemplo de naciones, identidades, que históricamente han estado enfrentadas y/o distantes en la geografía mundial, que han decidido limar asperezas y consensuar unas directrices que les permitan sobrevivir, puesto que se han visto imbuidas por una sociedad de valores cambiantes a favor del un nuevo mercado mundial. ¿Es esto un nuevo fundamentalismo? ¿O quizás, habida cuenta de que el hombre, desde la noche de los tiempos, siempre ha guerreado contra sus vecinos, no ha sabido entenderse ni relacionarse pero sí imponer su concepción de las cosas, está intentando fomentar otra forma de comunicación? ¿Necesita de nuevos ideales, creer en una nueva doctrina? ¿Estamos creando un terreno abonado a la adicción del consumo, sin más?
Mi planteamiento es virtualidad vs. tangibilidad, lo real y lo ficticio, es decir, la primera como algo supuesto, utópico, comprobable, pero que no permite una comunicación estrecha, sencilla, real, que nos dé un profundidad en el conocimiento del otro. Lo virtual flota, es frialdad; las percepciones, lo que hace aumentar lo cognitivo es cercano, por que es el otro el que te ayuda a conocerte. La emoción que experimentamos al leer una obra, un título, un autor es algo tan real que nos hace crecer. No dudo que la información que se obtenga a través de un soporte, el acceso que disponemos a costa del cableado, nos relacione en la distancia con algo también sublime, pero no deja de ser una suposición especulativa, que viene refrendada por otras opiniones, otros contextos e influencias. ¿Dónde está la experiencia directa? Recuerdo una charla en la Universidad de Verano de Menorca (13-09-03), cuando el eminente sociólogo José Mª Tortosa (U.Alicante), nos deleitó durante dos horas y media, que se me hicieron cortas. La información fue directa y me consideré un receptor privilegiado. ¿Hubiera sido lo mismo a través de la red? Lo dudo.
Por ello, creo que la globalización no deja de ser un término mecanicista, iguala matices para despersonalizar. Thomas Hobbes dijo que “...el hombre es un lobo…”, para él mismo y sus congéneres y las nuevas tecnologías serán, si no lo son ya, un arma de doble filo, donde el abuso puede crear un subdesarrollo, unas diferencias que excluirán y si no, crearán dependencias por que cuantificamos los hechos y las cosas. El adocenamiento no dejará espacio para el discernir, el ritmo será frenético. Y esa herramienta, útil para el descubrimiento, se convertirá en un elemento de un modismo más como tantos otros que nos invaden en un momento de la historia, que nos llevará a un cierto estilo de vida, elitista, en un espejismo creíble de obtención de mucha documentación en el menor tiempo. Pero, ¿sabremos qué hacer con ella? ¿Será un arma arrojadiza en pos de la presunción? ¿Tendremos la suficiente empatía para comprender su uso? La internacionalización que hace reseña el autor, a mi entender, es un paradigma superfluo, pues sólo lo hacen, o harán, los que disponen de tecnologías, palabra considero prostituida, puesto que se utiliza sin propiedad significativa. Relacionando esto último, ¿qué tendrán que hacer los mapuches de Chile para sobrevivir en su entorno natural, expulsados de su entorno, dado que la construcción de una presa proveerá de energía en ese territorio? Ello convertirá su geografía autóctona en una inmensa central que abastecerá de electricidad a parte del cono sur de América. ¿Para conectarles al ciberespacio y que Caprabo venda sus productos on line? ¿Y si hay una disminución del suministro? Un apagón, vamos.
No quisiera olvidarme de otra cuestión que considero importante: la soledad, el individualismo, imperante desde hace ya algún tiempo y que está caracterizando a las generaciones actuales. Es consecuencia de la modernidad y el avance técnico, puesto que las comunicaciones generan un hedonismo que aísla. Pero es la paradoja: solos pero superconectados, con cantidad de información, pero pendientes de una pantalla. Orwell ya lo tuvo claro. O no.

En la Facultad de Documentación, año 2002-03 ( después volví  y "abracé" la antropología ).

jueves, 6 de agosto de 2009

Feelings







































Otra vez retorné a los territorios de ilusión. Siempre me han apetecido esos espacios que, a poco tiempo de mis lugares de residencia habitual, he considerado cercanos la mayoría de las veces en muchos aspectos. Ya dije en otro post lo que creo de la lejanía: un aspecto más de lo relativo. Geografías de sueños y crecimiento. No sé por qué ni cómo, pero su descubrimiento ha garantizado éstos a cualquier hora y por cualquier circunstancia, solo o acompañado, con lluvia o sol impenitente, en grupo o con una meta laboral a realizar.
La lluvia parecía frenar mis ganas de comunicar aquella tarde gris de triste recibimiento. Con la soledad gestionada al milímetro, quise hacer propio algo distante, pues lo sentía de profunda pertenencia. Los deseos y las gentes están para vivirlos... Por eso me alegré al volverla a ver, aunque no fuera ella. Y encontré otro encanto... Esa es la riqueza.
La tarde era apacible, esta vez. Los últimos rayos solares permitían un disfrute de su calor hasta el ocaso. Pasear por la orilla me dejó buenas sensaciones que, sinceramente, añoraba. En ocasiones, tienes que volver a aquellos y saber dónde está tu lugar, si las épocas se repiten, transcurren, inciden en tu estado de ánimo o, simplemente, pasan inadvertidas sin consecuencias, finalizando sin más.

Ahora contemplo el trabajo de Óscar, célebre artista de la localidad, sobre el mito de Pasifae, aquella locura por la cual se entregaron dos seres sin pensar en lo convencional, pero con el sentir como meta de su mundano recorrido por este planeta incomprensible, pero bello a la vez, intenso y desafiante, aunque demoledor y turbio. Todo es un posible laberinto del cual no conoces entrada o salida ni el uso que de él se deriva y por qué existe. Posiblemente sea eso: caminos que no conducen a ninguna parte y son reflejo de la vida, como señala Mircea Eliade, historiador de las religiones, que la misión esencial del mismo es defender el centro; es decir, el acceso iniciático a la sacralidad…Pero somos codiciosos, como el rey Minos... Y recordé que sigo sintiendo... que sigo siendo de donde siento.

martes, 21 de julio de 2009

"Eppur si muove"







A veces pienso que no es la Luna el problema sino la inmensa soberbia jamás contada por no reconocida, que nos hace más feroces, si cabe, en pos del presumir y menoscabar al ¿enemigo? ¿De quién debo defenderme? Por que ese es el trasfondo del todo que utilizó millones de dólares para descubrir que el satélite era un mar de desilusión, aforismos aparte, y leyendas urbanas kubriquianas colaterales, también.
Ayer se celebraron los cuarenta años de una aventura que nos congeló, dicen, los sentidos a altas horas de la madrugada. Lunes, 20 de julio. En una España franquista destinada a trabajar y que salía del atolladero autárquico, para muchos, dicen, pegaditos a cajas tontas que ya arrestaban los anhelos familiares en el comedor de casa, era el único mar de la tranquilidad en ese horario. Personalmente, no recuerdo, pues con nueve años poco puedo decir. Tocaba de pies en el suelo e intuyo que, en tiempo de ocio colegial, me habría desgastado en mis juegos y correrías cotidianas. Tengo claro que mis progenitores y resto de la unidad no nos apiñábamos con las miradas a lo Alcántara o Botejara frente a una pantalla de colores ciertamente dramáticos, que apareció por casa gracias al buen hacer de un abuelo que marchó al país vecino a ganar un poco de dinero para después cumplimentar con regalos a varios de sus descendientes. A la mañana siguiente, mi señor padre cumplía a rajatabla con lo establecido laboralmente y no creo que estuviera para monsergas alucinógenas; simplemente, tenía una prole que mantener.
¿Por qué ese intento de contagiarnos de un misticismo tecnológico pasado de vueltas? ¿Sigue perdurando un apego a lo que fuimos? ¿La evocación programada del romanticismo más infantil? Anoche, a la vista del exhibicionismo que realizó el periodista que sí estuvo y transmitió como si estuviera, me da por pensar si el ser y el estar son dos verbos que se invertebran sin consecuencias, dejando colgados los significados consiguientes. Hay que reconocer que ni Tintín lo hubiera hecho mejor. Y creo que el cientifista señor Verne no imaginaba, ni mucho menos, que el plantar una bandera o transmitir un hecho por las ondas tuviera esa repercusión mediática. Por que tanto el uno como el otro si estuvieron, cada uno en sus medios. Lo malo es que sigan existiendo profesionales que, actualmente, se empeñen en constatar que ellos son la noticia y no los hechos narrados cuyos protagonistas son otros.
Es de una presunción increíble, casi patética, pretender inculcar a las nuevas generaciones, muchos de ellos por suerte escépticos, una fenomenología del hecho al uso de lo magnífico, como algo extraordinario. Los que se desplazaron al sempiterno planeta eran unos trabajadores más, que desarrollaron una labor ciertamente encomiable, pero no son dioses. Forman parte de un hito en la evolución, pero han sabido estar en su lugar en todo momento y son por lo que han hecho. Nosotros seguimos necesitando héroes, pero ellos no se han sentido como tales. El misterio de la Luna, que tanta influencia ha ejercido en todas las épocas y en todos los ámbitos, no está allá arriba, sino aquí abajo. Volvemos a la espectacularización de los hechos, sin tener en cuenta el influjo de un planeta que nos ha acompañado siempre como íntimo amigo y consejero de nuestras flaquezas y debilidades, como otro yo en este devenir terrestre. Es para lo que nos debe servir, para la exploración interior.

martes, 16 de junio de 2009

Ansiedad



























































“Desgraciado el país que necesita héroes...”Bertolt Brecht (1898-1956), dramaturgo y poeta alemán, fue quien acuñó la frase. Vivió en una época convulsa y compleja, donde el ascenso de algunos sectores de la población a una ya incipiente e influyente burguesía determinaba una aislamiento del individuo en sí mismo, que él consideraba la mayor riqueza del colectivo humano. El ser es aniquilado por la fuerza del capital, siendo éste el nuevo dios que todo lo rige, todo lo domina, todo lo pragmatiza.
A vueltas con esta entrada y rodeado de toda la pomba y boato que corresponde al mes de junio (será el verano...), me pregunto qué sucederá si cierto presidente equivoca sus predicciones, si una aclamada figura deportiva (de la que, creo, ya he hablado en algún post anterior) no culmina la jugada para la cual ha sido encumbrado. Ya sé que el “más de lo mismo” me invade en un momento en que nadie mira alrededor con respecto a otras cuestiones (...o si se hace no se nota... ), pero, precisamente en unos tiempos en que organizamos una protesta por que un equipo está en segunda (¿se acuerdan aquella en la que cierta afición hispalense no quería a su idolatrado equipo en categoría inferior?), pero no nos implicamos a la hora de haber ejercido nuestro derecho al voto ( y encima maldecimos los resultados ). Preferimos celebrar el que un español (estadísticas aparte) es un figura en el país de los rascacielos que no desconectar los televisores donde la bazofia invade unas imágenes destinadas al entretenimiento más chavacanero. Menos mal que Punset se ha cambiado de horario...
No quiero imaginar cuando las expectativas más esperanzadas se lleven al traste las ilusiones más anheladas. Nos convertiremos en el país del “siempre esperando”... a que otro solucione el problema. Mientras, la velocidad de las motocicletas nos hipnotizará tanto que no sabremos disfrutar del paso a paso de la vida.
¿Es la banalización de las costumbres, los hábitos, el triste final de las sociedades opulentas, satisfechas, hartas? ¿Dónde está la conciencia, la idea de colectividad que se nos “inculca” en la escuela? Es un buen momento, “crí... tico”, pero bueno, para reconducirnos a lo humano.
No nos engañemos. Fernando Torres defiende la mercadería. Lo que ocurre es que él, en sus últimas declaraciones, también querría ser el héroe ascendido al Olimpo. Y que lo admiren las multitudes. En mi caso, prefiero ser querido; aunque sean unos pocos.

martes, 9 de junio de 2009

Ilusiones!









































Después de una semana ( y más) de retórica verborrea, de reapariciones estelares que aseguran el supuesto interés del estar en ello, de desconcierto ideológico, promesas vanas y desprestigio del vecino, por fin ya sabemos quien seguirá gobernando, ¿con orden pero sin concierto?..., dentro del panorama sombrío que, en lo económico y otras colateralidades, se avecina en el Viejo Continente. Es una lástima, ahora que en el otro lado del charco alguna claridad se vislumbra, sobre todo, después del discurso de El Cairo.
Hace algún tiempo, y no sé por qué motivo universitario, ya vaticiné la poca sintonía entre el electorado y los candidatos. Entre las ideologías y sus representantes. Entre la ciudadanía y la política. Por que los contenidos, y no digamos la imagen, exhibidos, no han tenido el talante que se esperaba; ni el talento, aunque éste era de suponer. Se han mantenido unos enfrentamientos arcaicos donde permanecen todavía, para desgracia de este país, conflictos de épocas pretéritas que no ayudan a la propia madurez territorial. Parece el Oeste de las películas de Hollywood: o estás conmigo o contra mí.
¿Nos hemos vuelto más “pasotas”? ¿Ya no comulgamos con las antiguas liturgias revolucionarias, pasionales, de nuestros abuelos? ¿Sólo sabemos salir a escena, respaldados por curados asistentes que aplauden gracias a la simpatía que producen los actores? Por que el problema no está en la opción que eliges para que te represente un grupo o individuo, sino en la calidad del primero de esa lista que va a respaldarte y cómo realiza su trabajo. Con todas las actitudes y aptitudes observadas no me extraña que la indiferencia campe a sus anchas por las urnas en cualquier convocatoria (y ya llevamos varios ejemplos...) de este ámbito.
Lo perplejo es el análisis de los resultados posteriores una vez finalizado el escrutinio. Todos se adjudican el haber vencido al contrario. Ya empieza a ser clásico, e iluso diría, la táctica del eufemismo más correctamente político utilizado (y digo bien). Iñaki Gabilondo (Noticias Cuatro, lunes, 8 de junio, 9.00 noche) lo calificó de cínico. Es posible. Por que no se pueden esconder, sin embargo, ciertas hecatombes numéricas y porcentajes no asumidos ni cumplidos. Hay que ver lo bien que saben darle la vuelta a las valoraciones.
Si Pitágoras levantara la cabeza, se asombraría de la frivolidad con que se toman los actuales responsables políticos el ejercicio de nuestros intereses en Europa, princesa ésta venida a menos, las formas de gobierno que, allá por la Italia continental de la Época clásica se crearon para mejor organizar las sociedades, fruto de lo cual estamos aquí. No sé si los pitagóricos utilizaron el miedo para amedrentar al electorado, el desdén, la mentira y el desinterés por el otro que no deja de ser un miembro más de tu comunidad. La búsqueda que pretendían de armonizar formas y cohesiones, pues no dejaba de ser una religión, se traduce, en la moderna actualidad, en un sinsentido.
Creo firmemente que es la falta de pedagogía un obstáculo insalvable aún que no sabemos aplicar para poder saber dónde estamos y dónde vamos en un continente con cada vez más diversidad y complejidad, y que debemos redescubrir en honor a todos aquellos que nos precedieron. De lo contrario, populistas retrógrados y ávidos piratas, amén del productivismo neoliberal, nos llevaran por el camino más despersonalizado y falto de identidad que exista.
¿Y si en la próxima cita ejercemos nuestro derecho al voto entre semana...?

jueves, 28 de mayo de 2009

Esencias












































Sé que a toro pasado ni tiene sentido. Y menos después de la borrachera de euforia tras los fastos, acumulados y previos al colofón final que todavía aguarda con impaciencia. Pero... ¿qué le voy a hacer? Cada uno es como es y como ¿dios? le ha hecho. Coincide con lo que dijo el autor: “... reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo...” Sólo me ceñí a lo estrictamente deportivo. La fiesta, los prolegómenos y la ansiedad, como excusa para el consumismo vacío, lo dejé para el gusto mayoritario. Me percaté cuando, en el último minuto, intenté que mi peluquero tuviera un detalle. Me dejó plantado antes del cierre oficial del negocio. Recordé que, pocos días antes, alguien ya celebraba la final de Roma desde lo más profundo del desierto; incluía vestimenta adecuada y llamaba la atención en medio del calor sahariano.
No me quejo, pues lo epicúreo debería ser un sintagma en la vida, plagada de sinsabores. Pero a la vista de lo acontecido en una cancha de césped y las postreras muestras de catarsis multitudinarias, pienso que los individuos necesitamos de las sensaciones colectivas para sentir que estamos vivos, que todavía hay alguna motivación más para lo prosaico de nuestras vidas.
Nadie resta valor al trabajo realizado por un grupo de deportistas que han sabido dar la vuelta a todo lo robótico que, como ejemplo, rigen los convencionalismos varios, lo rutinario de lo existencial y sus esquemas.
Pero (siempre lo hay) cierto dramaturgo alemán, nacido en el año de la pérdida de las colonias (...) ya pronosticó que es necesario una reflexión por todo acto, por simple que pueda parecer. Lo fantástico es fenomenológico y efímero; ello ya lo saben los actores de ese escenario, que se desgañitaron en pos de un balón y que recrearán la memoria y las estadísticas para mayor deleite del mitómano. A la grandeza humana se asociará también la miseria, complemento que personificará aquel que no supo estar a la altura de su creída personalidad.
Estos no se pueden clasificar como héroes; ni siquiera de villanos. Son los tristes de la película. Los que nos devuelven la idea de realidad. Sólo es un partido más. Un espectáculo momentáneo.
Mañana será otro día.

jueves, 30 de abril de 2009

¿Dudas razonables?






















































Ahora que los universos se estrechan y las relaciones formales se distancian, ahora que el mundo está pendiente de un resfriado con más extensión que gravedad y nadie se acuerda ya _¿por qué será?_ de la tan manida y susodicha crisis que tanto está cambiando esquemas y mentes (y no sólo los bolsillos), y los traseros más glamorosos de la realeza y diplomacia europea campan por la prensa para mayor regocijo de aburridos, faltos de argumentos textuales; ahora que lo que más preocupa es, no comercializar, sino la ubicación de un  proyecto y posterior elaboración de un tanque que surque las carreteras del estado _no deja de ser “cutre” la cuestión, pues, ¿quién lo va a comprar?_, conviene pensar si sabemos disfrutar cual epicúreo sujeto que no atiende a la estigmatización e individualización de la responsabilidad que ejercen los poderes fácticos (¡oh, dios, han vuelto!) para mayor sometimiento del individuo en un ámbito social ciertamente amplio. Es preocupante que nadie se acuerde de Heráclito y sí de Aristóteles. ¿Sabemos saborear los buenos momentos? ¿Los buscamos? ¿Cuidamos a/de los nuestros en pos de lo placentero que fomente la confianza, ese elemento que ha desaparecido, parece ser, de la faz del planeta? Por que son personas las que generan riquezas, el crecimiento espiritual, no las estadísticas, los miedos y demás látigos de apocalipsis varias. El maquillaje y el entretenimiento son correctos en las obras de teatro y diversas filmografías al uso. Quizás Dante tenía razón: la comedia es divina para ejercerla.

jueves, 26 de febrero de 2009

Homenaje a unas tijeras...

























































Me gustan los amaneceres de febrero. Desde hace mucho tiempo... Una vez el frío ha asentado temperaturas y contrastes, la atmósfera se levanta limpia cada día. No desmerece el aprovechar el paseo a la salida del sol para darse el gustazo con matices y glorias, salpicado éste de brumas o cromatismos varios. Es uno de los pocos momentos en que el astro rey es honrado, cabal y sincero, hasta que el horario le infunde otros usos y consideraciones. Pero siempre está ahí, aunque la meteorología sea adversa a personas y acontecimientos.
Recordé una frase que entresaqué de una entrevista a uno de los mejores filósofos que tiene el documental fotográfico, ex-profe y revelador de la imagen en su significado más íntimo y ontológico... "la memoria no es la que conserva lo vivido, sino la que selecciona lo recordado..."
Por eso quiero empaparme de esos amaneceres de febrero mientras viva por que me recuerdan a un fígaro estimado, muy especial, responsable de que yo esté por estos pagos, aquél que tenia semejanzas con el carácter de esa luz que nos ilumina por las mañanas. Un fiel exponente de la fama que tuvo el personaje en la ficción. Un apelativo que no le desmereció, que reflejó sus características más obvias cual protagonista cervantino o de la musicada obra mozartiana. Por que una peluquería no deja de ser un pozo de sabidurías varias, impulsora del buen rollo, de las sabiendas, del hermanamiento y de la confidencialidad. Y siempre a través de una figura catalizadora, inteligente, capaz y sagaz, equilibrador de impulsos y sensaciones, provocador de cultura y ávido de ella. No en vano sus descendientes y familiares escogieron disciplinas relacionadas con ésta.
He necesitado de una instantánea para seleccionar sólo un recuerdo, que ha sido suficiente para mantenerle con vida.
Por ello, ahora contemplo el alba como una escena inmensa que abarque la sencillez y claridad de su ejemplo. Y que no se me olvide ese recuerdo...

lunes, 9 de febrero de 2009

Estirar



























“Estiramos más la manga que el brazo”… dijo, utilizando el refranero. Así de contundente fue. Coincidí con él después de un tiempo en un bar de esos que disfrazan estilo y postín en la periferia de la ciudad, pero con un menú que no reviste más normalidad y seriedad que lo acostumbrado para el nivel que debe exigirse y el precio que se abona. Ahora que hay que apretarse el cinturón realmente, impera la moda de no cocinar los fines de semana y los denominados “to take away” adaptados se están llevando la palma y la calle a todo transeúnte que, como forma de ocio, tiende a visitar estos espacios que disponen de añadidos como charcuterías, vinacotecas, tienda de degustación y demás variantes culinarias. En su interior, hay un espacio donde la cocinera es como las de antes, o sea, como nuestra madre. ¡Y están a rebosar!

Apropiándonos de la calidad de las viandas en cuestión, este ávido lector de un rotativo de derechas, mordaz impenitente y demasiado parcial para mi gusto, (aunque esto último refiriéndome a las lecturas correspondientes y no a los platos asignados) me explicó su particular visión de la tan manida crisis que todos padecemos, incluido él, que tanto le toca como pensionista. Un bla, bla muy extenso. Él, que nació y vivió una posguerra cómoda y ahora se encuentra habitando barrio complejo de ciudad populosa con vecinos de otras nacionalidades que trabajan hasta en domingo, si es necesario. La afirmación con que encabezo el comentario viene a cuento de que, siempre según la perspectiva de este distinguido comensal, “… en esta península siempre nos hemos dado al alardeo como competición. Pertenecemos a un tipo de tribu que, desde los íberos, hemos peleado siempre por lo nuestro, sin atisbo de solidaridad y con la única obsesión de tener más que el vecino. Ni con la venida de los romanos, por mucho imperialismo que pretendieran inculcar, nos hizo cambiar el carácter y como dijo un tal Meliá, político a las ordenes de Suárez, somos un pueblo que tiene las opciones de adaptarse o le pasan por la piedra. Y claro, tenemos demasiado orgullo. Y este es el problema: como no tenemos otra cosa, eso nos queda, siendo nuestro principal mal. El empresario que crea una empresa quiere tener, al finalizar un ejercicio económico, un chalet y un supercoche aparcado en la puerta. Y, por supuesto, mirar de soslayo. Parece que el no triunfar sea pecado. Eso es lo que ha quedado en el tejido de este territorio. No sé por qué nos sorprendemos. Todos buscamos lo mismo. Y cuando viene una hecatombe, que supongo ha habido y habrá, al dejar de ganar lo que se ha previsto, se proclaman pérdidas económicas. Es una obscenidad; y una falta de ética…”

Debo decir que las palabras de mi ocasional contertuliano me impresionaron. Sobre todo por que se hacen con el estómago lleno. Al menos, parcialmente; es el momento en que despotricamos mejor. Me vino a la mente otra conversación, esta vez más allá de estas fronteras, pero de similares intenciones. Esta vez el interlocutor poseía, creo que todavía dispone, tierras en Cisjordania, cuatro mujeres y una ocasional ocupación laboral de guía turístico en el país de al lado. Y debe mediar constantemente con una situación difícil, dada la conflictividad en la zona. Abogaba, defendiendo con vehemencia pero degustando un té, que el dinero es lo que mueve el mundo, por mucho que los dioses y los hombres se empeñen en lo contrario. Cada individuo sobrevive como puede y el supremo le da a entender. Los sorbos de té eran un detalle gratuito por haber entrado a comer en un restaurante de carretera de los que era adjudicatario de beneficio por tantas personas que consumieran en él. Me pregunto si Isiah, allá por la inmensidad del sud-Sahara senegalés, con su cocina de quita y pon, puede opinar de algún modo mientras muele el mijo diario para los suyos.

Por cierto, el montante de la cuenta no la pagué; fui invitado al finalizar la sobremesa. Hoy, la ensalada tropical estaba sabrosa. Será que lo gastronómico nos permite medir nuestro estado del bienestar.

domingo, 1 de febrero de 2009

Finis terrae...


























Mañana turbia. Justo una semana después del ángel exterminador. Quizá era lo que faltaba para poner las cosas definitivamente en su lugar, sobre todo, tras este periplo atenazado por el síndrome de fortaleza sitiada. El viento ya amenazaba fresco. Y ha venido a limpiar.
La naturaleza es imprevisible. También la humana, aunque nos esforcemos en lo contrario. Se nos ve el plumero a distancia y convertimos apasionados idilios en un “si te visto, no me acuerdo” al momento. Y a poco viento que sople... Al final, como dicen los caboverdianos: en nuestra tierra, hasta las cabras se comen las piedras.
Y pasamos a un clima de nostalgia extrema, con nubarrones y a un “¿qué hecho yo para merecer esto?” almodovariano, salpicado de gurús que nos anuncian lo que ya tenían que haber proclamado hace tiempo, pero la vorágine no les dejó; o no querían, esperando la ocasión de apuntillarnos con el consabido “no, si ya os lo dije“, haciendo más que evidentes sus pronósticos.
Ya se sabe que amar en tiempos revueltos también tiene sus ventajas, pese a que la velocidad sea, en ocasiones, miserable, y no nos deje disfrutar del paisaje. Quizá sea nuestro carácter medievalista, clasista, pero también marxista. Un modismo más que nos adorna. Serán cosas del viejo continente.
Qué triste en el año internacional, dicen, de la astronomía. Siempre hay un año internacional de algo. Es muy significativo esta vez. Momentos sublimes nos esperan y tendremos que mirar constantemente al cielo, que es nuestra salvación, parece ser. Aunque creo haberme hecho agnóstico tolerante con una mezcla de anarquía funcional, para no perder esa moral con la que me ¿educaron?, y que se desprecia en una nueva asignatura colegial que da ya mucho que hablar, pero que se parece mucho al FEN.
Por estas pantallas demoníacas recibo mensajes de todo tipo… ¿Debo contestar? ¿Me convierto? ¿Debo dejar el mundo adulto y seguir a la niñez impoluta? ¿Aplaudo el teatro de la inercia? Lo nuestro nos hace felices, pero Blasco Ibáñez visitó Constantinopla en su momento. Y Win Wenders, Lisboa. Y realizaron obras de arte como la copa de un pino. Y fueron adultos y niños, al unísono.
Se me ocurre una pregunta que hacerle, señor Presidente... Sí... ¿Cómo es posible que las ultimas generaciones se hayan convertido en un bastión del conservadurismo a ultranza, sin atisbo de romanticismo ni ideales, con una frialdad a prueba de al-qassam y pragmatismo evidente, con un cierto grado de impavidez delante de lo obvio?. ¿Qué hemos hecho mal?
Por que olvidar, por mucho trastorno bipolar que surja o amnesia transitoria, no podremos. Mendel tenía razón... ¿Quienes son nuestros padres?

miércoles, 21 de enero de 2009

Por un nuevo impulso...























Reconozco que me ha costado volver a esta pantalla después de un tiempo de vicisitudes y sinsabores. Pero no puedes dejar de pensar en la constante incongruencia a que se somete el ser humano... ¿Tendrá razón George Steiner? ¿Tan incapaces nos sentimos, tanto miedo acumula el individuo que necesita demostrar su fortaleza con exhibiciones de poca monta que no favorece ni siquiera su propia madurez? ¿O ésta crece a base de ellas? Sin ir más lejos, la eterna controversia sobre Dios (o dioses). Algo tan íntimo que no necesitaría ni demostración. A vueltas con ello, no tenemos por qué preocuparnos. Es hawaiano. El color de la piel es lo de menos. Lo que importa son las sensaciones que produce. Lo dejaron claro ayer, con toda esa pompa y boato a través de los medios. Toda una declaración de intenciones que permite seguir soñando. Al fin y al cabo, es de lo que se bebe; no hay otra cosa, y más en estos tiempos que corren. Nos hemos sumido en el retraimiento, el recelo y la pobreza. Y no económica, precisamente, sino de espíritu. Necesitamos de otro oficiante que nos devuelva la serenidad para darnos cuenta que somos por lo que hacemos y vivimos por lo que somos.
La cúpula del Capitolio dejó constancia de la liturgia y la catarsis, un despliegue de medios y de lágrimas. Un escenario que se parece al que existe, asimismo, en el Vaticano. Me pregunto que pensarán en Oriente si las pagodas albergaran toda esta parafernalia teatral. No creo que Confucio estuviera de acuerdo en hacer publicidad en los autobuses, caso de que los hubiera en aquella época. Se basó en un método infalible como es la humildad para reconocernos. Y proclamarla, calladamente, con discreción, sin preámbulos.

"El amor más intenso es una negociación, nunca decisiva, entre soledades..." (George Steiner, judio. París, 1929)