lunes, 21 de septiembre de 2009

Rentabilidad











 












Se entiende por negocio esa actividad económica que sufre una serie de cambios y alteraciones comunes, siempre bajo la acción de la oferta y la demanda, eterna ley. Como pagano en el tema no pretendo extenderme sobre ello, pues desconozco pormenores que relacionan esos múltiples factores que les influyen, pero a buen seguro distingo, como ciudadano de a pie, entre lo que se ofrece y lo que se consigue.
De un tiempo a esta parte, el afán de muchos empresarios por sacar más jugo a esos negocios les lleva a no percatarse de los perjuicios que ocasionan en algunos sectores de la población, que padece directamente los cambios de la susodicha ley. Ya se sabe; lo cualitativo está reñido con la frialdad numérica. La posición del empresariado, difícil; la competencia del mercado aprieta. El iva, los intereses bancarios, también. Y así otros elementos que no lo hacen fácil. Pero ellos siguen practicando ese deporte.
Si nos adentramos en el ámbito educativo, la situación se complica, pues se especula con la enseñanza, el aprendizaje de la persona, que dispone y posee el derecho a la calidad que, publicitariamente, se le ofrece y que, circunstancias colaterales aparte, no se cumple, llámense como se llamen las “excusas”. Estamos en tiempos donde hay que super apretarse el cinturón, donde el paro y demás vicisitudes monetarias campean a sus anchas, sea en el territorio nacional o en el familiar. Pero si al principio, cuando comenzaba la crisis, había calidad racionalizada, ahora crece la irracionalidad en el modo de ofertar cualquier producto o servicio. La cuestión estriba sobre el espacio vital que disfrutan un grupo de personas por una módica cantidad. En la actualidad se tienen que conformar con menos e incrementando el pago. El orden de los factores, esta vez, sí altera el producto y el estado de ánimo.Según ello, el cliente ¿qué opina? Su peseta cada vez más devaluada, y si no obtiene lo que demanda, ¿qué puede ofrecer el empresario, realmente?
Aunque se vista la mona como se vista, se calma al usuario con estadísticas frías, encuestologías que le hacen partícipe, informes sociológicamente aceptados e institucionalmente reconocidos, pero que, en definitiva, no reflejan el sentir verdadero de aquel. Sus quejas se quedarán en meras protestas airadas con voz alterada que, tapando agujeros durarán poco cerrados. El problema seguirá existiendo, pese a las advertencias de los profesionales que viven “in situ” éste, convirtiéndose en pobres urbanos de un tráfico que no controlan.
La rentabilidad la hacemos cada uno de nosotros. No sólo es responsabilidad de unos pocos, bien atrincherados. Es una cuestión de todos y para todos. De lo contrario se perderá la credibilidad; la nuestra, también. Y entonces, ningún Adam Smith podrá teorizar de nuevo.

Diario “El Far del Llobregat” (Opinió/Tribuna d’Actualitat), 18.06.1993 

martes, 15 de septiembre de 2009

Pasear










































Me resultó chocante la puntual aglomeración que se daba cita en aquel lugar, enclave estratégico por otra parte, del territorio francés. El atractivo turístico hacia de aquel espacio, sin embargo, algo muy frecuentado, y la coincidencia común llenaba de prisas, nacionalidades y apretujones cualquier itinerario de los aconsejados al visitarlo. Era un continuo salvar el escollo humano, pues no se permitía el sosiego cuya finalidad fuera el disfrutar y enriquecerse del entorno paisajístico e histórico, haciendo del recorrido algo difícil en sí mismo.
Posteriores andaduras, sea por zonas olímpicas, casco antiguo de nuestras poblaciones o zonas comerciales, me sumergieron en el diccionario a la búsqueda del término. Reflexionar sobre este verbo es tarea ardua, ya que un primer significado te lleva a un segundo o tercero, y su contraste te aleja de la realidad, por el simple hecho de que cada deseo debe de ser respetado. La acción supone, de entrada, el disponer de espacio vital para hacerlo, resultando contradictorio que, sin ver más allá de nuestros pasos, nos veamos rodeados de un amontonamiento inusual e ilógico para unas horas de asueto a nuestra disposición. Si su significación principal es distracción, libre utilización del propio tiempo, el caminar sin dirección determinada es imposible, en ocasiones, desde cualquier ángulo. La muchedumbre coincide al mismo tiempo, y calles y plazas se convierten en riada de obstáculos que hay que sortear antes de alcanzar el susodicho y deseado momento donde la mente se explaya a gusto sin premuras de tiempo. A no ser que se pretenda un eremitismo en algún valle perdido de nuestras montañas, so pena de padecer viaje a cuatro ruedas para llegar, no hay rincón que se vea libre del alud curioso de la gente, en su afán de invadir lo invadible. Quizás la culpa de todo la tenga el reloj; y si no, que le pregunten a la estresada ballena del zoo.


Diario comarcal “El Far del Llobregat”, sección Opinió/Tribuna d'Actualitat. 20-11-1992