viernes, 28 de marzo de 2008

¡Pasión!



































































Con la perspectiva que la distancia permite, me atrevo a comentar ahora las vicisitudes de un neófito de estas latitudes y actitudes. Dicen que la realidad supera la ficción, en muchas ocasiones, no como Pessoa, que postulaba lo contrario. Las celebraciones que hacen de la Semana Santa en España algo soberbio y trascendental, de imperiosa necesidad, se constata cada año. Sevilla ha sido un ejemplo más. Típica y tópica, se respira una disposición permanente al fervor litúrgico y social donde los haya. La ciudad se convierte en un templo; caminar por sus calles, un verbo difícil de acometer, y la lucha por un lugar cercano al símbolo, a la imagen de lo religioso, una constante. El esfuerzo del costalero, el silencio reinante, el respeto profundo en cada paso, consagran lo intangible en una realidad firme. La calle es tomada, literalmente, por una muchedumbre ávida, que no transige. Transformada en un elemento más de lo sagrado, la devoción convive con la figuración de modo directo. ¿Hasta qué punto la vistosidad procesional es connivente con el ritualismo más fanático?
 

sábado, 15 de marzo de 2008

Ibericidad























No reniego de nada, pero no siento españolidad pese a nacer en un populosa urbe de catalanidad manifiesta, ni teniendo ancestros en el centro y sur de mi imperativa legalidad estatal y tener castellanizada mi estampa.
No me siento de ningún lugar en especial y sí de todos en particular... ¿Qué es ser de aquí o de allá? Abastar territorios y lenguas debe de ser el fin... ¿O el recorrido?

En el laberinto del transporte sub-urbano, 07.19 de la mañana.