miércoles, 21 de enero de 2009

Por un nuevo impulso...























Reconozco que me ha costado volver a esta pantalla después de un tiempo de vicisitudes y sinsabores. Pero no puedes dejar de pensar en la constante incongruencia a que se somete el ser humano... ¿Tendrá razón George Steiner? ¿Tan incapaces nos sentimos, tanto miedo acumula el individuo que necesita demostrar su fortaleza con exhibiciones de poca monta que no favorece ni siquiera su propia madurez? ¿O ésta crece a base de ellas? Sin ir más lejos, la eterna controversia sobre Dios (o dioses). Algo tan íntimo que no necesitaría ni demostración. A vueltas con ello, no tenemos por qué preocuparnos. Es hawaiano. El color de la piel es lo de menos. Lo que importa son las sensaciones que produce. Lo dejaron claro ayer, con toda esa pompa y boato a través de los medios. Toda una declaración de intenciones que permite seguir soñando. Al fin y al cabo, es de lo que se bebe; no hay otra cosa, y más en estos tiempos que corren. Nos hemos sumido en el retraimiento, el recelo y la pobreza. Y no económica, precisamente, sino de espíritu. Necesitamos de otro oficiante que nos devuelva la serenidad para darnos cuenta que somos por lo que hacemos y vivimos por lo que somos.
La cúpula del Capitolio dejó constancia de la liturgia y la catarsis, un despliegue de medios y de lágrimas. Un escenario que se parece al que existe, asimismo, en el Vaticano. Me pregunto que pensarán en Oriente si las pagodas albergaran toda esta parafernalia teatral. No creo que Confucio estuviera de acuerdo en hacer publicidad en los autobuses, caso de que los hubiera en aquella época. Se basó en un método infalible como es la humildad para reconocernos. Y proclamarla, calladamente, con discreción, sin preámbulos.

"El amor más intenso es una negociación, nunca decisiva, entre soledades..." (George Steiner, judio. París, 1929)