miércoles, 6 de junio de 2007

La esencia...del tarro.
























Como dijo un físico español, y profesor de la Universidad de Granada, "...es una enfermedad que no tiene cura..." Esta afirmación viene a cuento por dos razones: el mensaje de Z. Bauman y su idea de modernidad líquida, término conceptual por él acuñado en el libro "La sociedad sitiada". "Nada es, todo cambia" es la otra premisa que me motiva en el por qué de lo que sigue a continuación, aunque las tesis de aquél señor ya las adelantó otro lucido pensador de la Grecia clásica; fue un tal Heráclito, con lo que no creo que se haya inventado nada nuevo.
Hete aquí que nos encontramos ante la criptografía, amada afición de nuestro profesor, fervoroso defensor, por otra parte, de esta especialidad que toma como juego, cosa que me satisface, pues en lo lúdico está el buen aprendizaje.
Este lenguaje, utilizado preferente y eficientemente en todas las guerras habidas, ha sido el mayor goce de los hoy día miedosos parapetados tras una pantalla, tenga ésta el plasma y medida que tenga. Primero fueron los griegos, después los aliados y ahora les toca, dentro de la mencionada liquidez de Bauman, a todos los poseedores de esa infinidad de elementos tecnológicamente avanzados, inmersos en nuestros hogares y bolsillos, que circulan y se aposentan en este "bienintencionado" mundo que con tanta rapidez fluctúa. No digo que los seguidores del señor Bell utilicen el/los aparato/s como se concibieron estrictamente en origen, que para eso son los inventos, pero la ley de la oferta y la demanda está marcando diferencias. Irreconciliables y, parece ser, separatistas. "Guetizan", si se me permite determinarlo así. Esta modernidad que nos rodea me lleva a cavilar un poco y como protagórico sofista, sin pretender pedantería alguna, "...la realidad es lo tú sientes..."
Uso o abuso de los medios... ¿una nueva dominación? Hay quien tiene en su agenda o correo cerca de mil números o contactos. ¿Se han parado a pensar el esfuerzo de cuidarlos a todos? ¿Hasta dónde llega el sacrificio por el mimo hacia el otro? La socialización, democrática ella, extensiva de éstos, provoca una desazón en el acceso para ellos mismos. Y en ese determinismo economicista, marginación, segregación... Aldous Huxley, sin embargo, tendría razón. O no. ¡Ah, los utópicos... ! No contaban con la ingratitud o el látigo de la indiferencia...
Toda esta sarta pretende hacer ver la polarización más acuciante que padecemos. Cada vez que deseamos hablar o comunicar con alguien, se me..._ y me acuso_ hace una montaña. Lo digital nos está llevando por el camino de la amargura; sobre todo para aquellos que, como yo mismo, nos gusta ver la cara de nuestro interlocutor frente a los ojos. ¿Soy excesivamente sincero? ¿Me gusta la claridad? Sí, situándome globalmente, puedo decirle a fulanito de Yokohama lo baratas que están las naranjas en la Boquería, comparándolas con lo que cuestan en su país (¡ vaya tema tan trascendente... !). Con un movimiento rápido de pulgar, donde intuyo que también intervienen otras falanges, mi amiga senegalesa me explica, con todo lujo de detalles, las reflexiones sobre su inminente boda. Pero... ¿no es mejor que nos contemplemos, que conozcamos cómo respira aquél, de qué color es su piel? ¿Qué le atenaza y el por qué de esas erupciones cutáneas?
Las tecnologías de la información, cada vez más técnicas y menos lógicas, son un negocio que permite, paradójicamente, incomunicarse, y si no lo haces, tienes que dominar un lenguaje de tintes (olvidémonos aquí de la química que sirvió en los primeros pasos de las escrituras) criptográficos, de lo contrario te ves sumido en la estratosfera de la relacionalidad. Estado gaseoso éste. Es un poco maquiavélico, sin embargo. O estás conmigo o estás contra mí... O en mi círculo o fuera de él... Te dejo un mensaje y ahí queda... Si tengo saldo, te contesto; y si no,... Disponemos de todos los medios y cada vez nos alejamos más, unos de otros. Como dijo W.E. Kurtz, "muchos gestos y poco movimiento..." ( versión Marlon Brando de "El corazón de las tinieblas". O Séneca, "... muchas posadas y pocos amigos...", que viene a ser lo mismo.
No me considero un desplazado, pero empiezo a creerme un analfabeto digital. No estaré habilitado, quizás. A lo mejor es que comienzo a tener artrosis en los nudillos... ( ¡espero que no; qué van a pensar ellas... !) O soy un completo acólito impreso de esa "divina" religiosidad y necesito "ver"..., por que si no, no creo; y no me llamo precisamente Segismundo. ¿Alguien puede, o quiere, ayudarme? ¿Será un óptico? ¿Informático? ¿Lingüista? ¿Qué método acabaré utilizando para lograr la comprensión y no el aislamiento?
Lo malo es que dispongo de uno/varios terminal/es en ciernes, que me ubican en esa interminable lista de paganos que al final del mes debe aportar su granito de arena al monopolio empresarial que me suministra el servicio. Y siempre caes en el error del arresto domiciliario. ¡Socorro! ¿Me quedaré sin amigos? Redefinamos: ¿amigos, conocidos o coincidentes?¿De qué dependen las acepciones? ¿De la causalidad, la casualidad, de la implicación o el compromiso? Tendré una soledad impuesta sin ánimo de lucro. ¿O será una soledad buscada, defendiendo los principios de mi territorialidad más íntima, mis creencias más proclives a la liberalización plena de la persona, al buenismo más descarnado, pero crítico, so pena de padecer la recriminación, burla y mofa de los que se dejan llevar por la corriente del laisser faire "new hippie" que hoy invade y disfraza según que territorios?
Pero, ¿cuál es el origen? ¿La congoja? ¿La necesidad de aparentar, ficcionar, ser otro? ¿La comodidad de no necesitar moverse del sillón y que sean los demás los que se molesten? Pero si con el otro te puedes ver, se deja ver (sí quieren ambos, claro...). Por que la desconexión no es una opción; es una alternativa no definitiva. Lo malo es que se convierta en una falta de opciones. Pero como dijo Luis Eduardo... ¿cómo te atreves a vivir sin un ordenador? ¿Cuál es la realidad que ofrecemos? ¿O nos preocupa más la imagen dada?
El miedo es también un negocio. Por lo que conlleva y los "beneficios" que, intrínsicamente, crea. Y no en el ámbito monetario sino en el personal... No descubro nada. Constantemente nos bombardean. Acabo de recibir una llamada, por supuesto digital; pero, ojo, sin poder ver el número que me solicita, un correcto interlocutor me ha intentado vender las virtudes de un seguro por si los ávidos de los ajeno atentan contra mis propiedades... ¿Cómo saben ellos de mis posesiones?¿Tanta envidia suscitan?¿De quien debo defenderme, si no conozco enemigo? Pues hay que inventarlo... Y si no, ya lo inventan otros, que es más cómodo. Pero con factura final, claro.
"Sensación de vivir": série_ ¡oh, el gran templo! _que ofrecía, en épocas en que las cadenas de televisión eran muy proclives a captar audiencia, un producto muy singular de diversas lecturas. Otros tiempos; aunque ahora, por mucho que hayan cambiado los perros, siguen los mismos collares... En los años ’90 se abrieron las mentes del progresismo en este país de modo bárbaro... aunque tuviéramos la Guerra del Golfo sospechosamente cerca.
Hay que discriminar los términos del título y extraer. Lo de sensación era una catalogación etérea, una virtualidad, compuesta de "realidades" indefinidas. Y por supuesto, lo de vivir era de una lógica aplastante; no tenían más remedio. Por la interacción. Constantemente, las vicisitudes de los protagonistas, de una franja de edad concreta y unas condiciones determinadas de vida y nivel _y esto es otro dato sintomático y explícito hoy en día_ no daban para una concreción en sus propios biorritmos, muy alterados. La madurez aparecía en contadas ocasiones... El "crecer" se conseguía basándose en sobresaltos, intereses puntuales y pautas creadas en función de viento que soplaba. Pero... ¿qué ideal se intentaba vender? ¿Qué ejemplarizaba? Lo del entretenimiento visual era una intención supuesta. Pero, ¿cual era el modelo? ¿Un infantilismo a raudales?
Ahora estamos en una misma situación, nihilista tal vez, pero con el aderezo "gastronómico" de la susodicha tecnología, convertida en dogma, en atrezzo, que asiste e insiste en nuestras vidas. La instrumentalización del "yo" nuestro en un entorno denodadamente atroz hace que nos acojamos a una "Second life", ( hace años se llamaba tamagotchi, creo... de tamago, huevo, y chi, afecto, aquella mascota virtual que creaba tanta dependencia ) que para eso se vende, tendenciosa y libidinosamente... Lo malo es que esto nos lleva la camino de la indigencia. La banalización se extiende y contagia, sin sopesar las realidades tangibles que, a mi modo de ver, se observan y nos hace más coincidentes, pero menos comprometidos. Más colegas, pero menos hermanos. Poca amistad para tanta verborrea. Muchos bares para tan poca charla. Mucha comida para poca digestión. Demasiadas corridas para pobres satisfacciones. Y, para postre, perdemos la memoria en momentos en que se pretende recuperar la "histórica", así que pronto seremos como los peces: a los tres segundos se nos habrá pasado el poder recordar el valor infinito del instante, aquél que disfrutado era inmensamente largo y enriquecedor. Nos estamos dedicando sobremanera a espectacularizar nuestros pasos de todo lo que nos sucede, que la consistencia del momento se hace escasasamente puntual. A lo mejor es que nos consideramos más frágiles y las relaciones las sujetamos en un medio electrónico como último recurso...
Me pregunto si tus ojos vibran todavía, tal como lo hicieron cuando te conocí... A lo mejor es que Bauman tiene razón y no nos queda liquidez ni credibilidad...


Completado a las 5.18 A.M., en el Día Mundial del "Medio" Ambiente (Mal dicho, por otra parte. O es una cosa u otra).