jueves, 29 de julio de 2010

Cornudos

 


Siempre existe un dónde. Es lo que todos tenemos en lo más profundo de nuestro córtex, que dijo Punset. La orientación es lo primero que desarrolló el australopitecus para saber cuál era el siguiente paso.
Pero si nos suprimen aquello de lo que no debemos prescindir porque es, en definitiva, nuestra identidad, ¿cuál será la referencia, el destino? Me viene a la mente el corto espacio existente entre el monte Hacho y las playas de Bolonia, brazo acuático que recorrían y todavía recorren navíos de considerable tamaño y calado, y simpáticos delfínidos que no tuve ocasión de ver _dejemos de lado las obligaciones con las que tuve que proceder aquel día_, símbolos, por otra parte, de las culturas de este mare nostrum en el que todos nos hemos criado, educado, mal que nos pese, desde la más oscura y lejana noche de los tiempos. Periplo éste no exento de riesgo para ambos, con sus corrientes marinas al gusto de Melkart, vientos que hacen de Eolo un indestructible ser; caprichos de la naturaleza, como nosotros mismos. No me extraña que lleguen, circunstancias aparte, marineros de piel oscura procedentes de otros lares y ocupaciones varias sin apenas conocimientos náuticos, pero con la única intención de la voluntad de recorrer el paso, legitimidad venida a menos últimamente, gracias a las soberanías mal comprendidas y nefastamente utilizadas.
Ayer nos quedamos sin cuernos, como si fueran los únicos de los que hay que tener miedo. Como si fueran los únicos que acometen y generan espanto. Quizás son los menos, pero su uso nos ha llevado a la gestión interesada, la mala interpretación de la circunstancia, a la descontextualización de los hechos y sus diferencias, parece ser, irreconciliables, al coartar no aquella legitimidad sino el recurso que la identifica, a la falsedad que provoca el enfrentamiento, la pataleta mal disimulada por otras causas, la verborrea intelectualoide con visión mesiánica, populista, al maltrato que tanto pretendemos erradicar. ¿O no somos animales, también? Pregúntenle a Jung. Al final le daremos la razón a los toreros, cuando decían aquello de “… más cornadas da el hambre…”. Sin vamos eliminando platos, para qué un Arzak, un Adrià o una cocina… Porque si la gastronomía es cultura, ¿a dónde vamos sin ella?
Hasta que el próximo odontólogo quiera… Depende de cuidar la propia dentadura.