jueves, 28 de mayo de 2009

Esencias












































Sé que a toro pasado ni tiene sentido. Y menos después de la borrachera de euforia tras los fastos, acumulados y previos al colofón final que todavía aguarda con impaciencia. Pero... ¿qué le voy a hacer? Cada uno es como es y como ¿dios? le ha hecho. Coincide con lo que dijo el autor: “... reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo...” Sólo me ceñí a lo estrictamente deportivo. La fiesta, los prolegómenos y la ansiedad, como excusa para el consumismo vacío, lo dejé para el gusto mayoritario. Me percaté cuando, en el último minuto, intenté que mi peluquero tuviera un detalle. Me dejó plantado antes del cierre oficial del negocio. Recordé que, pocos días antes, alguien ya celebraba la final de Roma desde lo más profundo del desierto; incluía vestimenta adecuada y llamaba la atención en medio del calor sahariano.
No me quejo, pues lo epicúreo debería ser un sintagma en la vida, plagada de sinsabores. Pero a la vista de lo acontecido en una cancha de césped y las postreras muestras de catarsis multitudinarias, pienso que los individuos necesitamos de las sensaciones colectivas para sentir que estamos vivos, que todavía hay alguna motivación más para lo prosaico de nuestras vidas.
Nadie resta valor al trabajo realizado por un grupo de deportistas que han sabido dar la vuelta a todo lo robótico que, como ejemplo, rigen los convencionalismos varios, lo rutinario de lo existencial y sus esquemas.
Pero (siempre lo hay) cierto dramaturgo alemán, nacido en el año de la pérdida de las colonias (...) ya pronosticó que es necesario una reflexión por todo acto, por simple que pueda parecer. Lo fantástico es fenomenológico y efímero; ello ya lo saben los actores de ese escenario, que se desgañitaron en pos de un balón y que recrearán la memoria y las estadísticas para mayor deleite del mitómano. A la grandeza humana se asociará también la miseria, complemento que personificará aquel que no supo estar a la altura de su creída personalidad.
Estos no se pueden clasificar como héroes; ni siquiera de villanos. Son los tristes de la película. Los que nos devuelven la idea de realidad. Sólo es un partido más. Un espectáculo momentáneo.
Mañana será otro día.