sábado, 1 de diciembre de 2007

¿Socorristas...?























Cuando las condiciones climatológicas así lo aconsejan, cuando unos cuantos grados de más provocan un exceso de calor en el cuerpo, el remojón, el baño, acostumbra a solventar, momentáneamente en el individuo, su afán de compensar temperaturas.
La piscina es la solución más inmediata, cercana y lo más importante: barata. Aderezada con bares y musica ambiente, vestuarios que no soportan, quizás, capacidades medias ( y menos mal que el respetable viene cambiado de casa ), griterios en la zona infantil, extensiones de hierba en donde se inicia el ligoteo fácil e ingenuo, modelitos que a unos espantan y otros aprueban, hacen de esta instalación el lugar idóneo para combatir las visicitudes del verano.
En este fervoroso ambiente, hace su aparición un grupúsculo que se empeña siempre en exhibir y desarrollar todo tipo de facultades gimnástico-nadatorias, con una intencionalidad muy clara (¿lo adivinan?), aunque el terreno sea reducido y sólo se observen multitud de cabezas que asoman en la superficie del agua. El encontronazo, impactante, sea aéreo o submarino, está garantizado. Es un riesgo constante que muchos irresponsables olvidan.
La tarea del socorrista, también denominado salvavidas o monitor, mal pagado y peor comprendido, entra en acción, y no es tan espectacular y televisiva como pueda parecer. En sus contínuos paseos alrrededor de la zona de baño, previene actitudes que perjudican a terceros.
Cuando una abigarrada masa de gente inunda la cubeta, su labor llega a convertirse en una represión de deseos de juerga y diversión acuática, pues es el agua lo que provoca el solaz esparcimiento ciudadano, el sosiego, la expresividad.
Si la motivación empuja, dile a aquél individuo/a que no salte, no realice movimientos circienses ni inicie velocidades a lo Mark Spitz, so pena de contactar con el espacio que, por la entrada abonada en taquilla, pertenece al vecino de al lado.
Se hace increible controlar una situación en la que no se sabe quién es el verdadero ahogado; si el socorrista en su obligación de velar por el orden y la corrección junto al agua o la del sufrido nadador, que puede verse enviado al fondo sin que nadie se dé cuenta.
Todo esto en un día normal, entre semana. ¿Se imaginan la escena un domingo cualquiera?.

Perec, para el Far del Llobregat.7-7-1993