lunes, 23 de mayo de 2011

Indignados!












Fue una mañana soleada y ventosa. Quizás Eolo, con su frescura, incidía en el pronóstico de lo que se avecinaba por el horizonte y que nadie calculó en un principio. Antes de seguir con mis obligaciones compartí esos primeros momentos con un grupo heterogéneo un malestar, una protesta unánime, convergente, aquella que se viene arrastrando sutil y susceptiblemente desde hace ya meses. Me sentía vinculado por diferentes razones y fui uno más de tantos.
El ideólogo que dio pie a todo ello, nonagenario ya, pero con una lucidez a prueba de vendavales, hizo que todo despertase y que el mensaje cuaje de tal modo que las consecuencias no se vislumbran todavía. Hay quien se atreve a vaticinar que el cansancio hará mella en todos sus componentes y que la continuidad será como espuma de cerveza. Pero a tenor de los visto, se constata que la creatividad, el impulso y el coraje de una nueva forma de hacer política ciudadana está cambiando el rumbo hacia otros derroteros más equitativos e igualmente formales. ¿Caerá el estatus del individuo? ¿O podrá su acomodaticia sedentariedad?
Las formas clásicas, que tanta euforia han creado en el panorama resultista reciente, están quedando obsoletas. Es igual, gane quien gane, si es más de lo mismo, exista el color que exista. La extensión de formulas mecanicistas, funcionalismos baratos, donde los números tienen brazos y piernas, no tiene razón de ser. Se alejan de la ética, aquello que preconizaban los griegos primigenios.
El contagio se expandió, por lógica, a toda la calle y en muchas plazas. Incluyendo repercusiones internacionales de las que hay que tomar nota, la simpatía creada se ramificó en multitud de detalles, espacios y formas. El sentido de responsabilidad y lo bienpensante tomó cuerpo y ninguna fuerza de orden pudo con una masa que tomó conciencia después de un largo periodo aguantando despropósitos y ninguneos sociales. Fue creciendo en intensidad, sabor y honestidad, quizá, lo que les falta a esos gerifaltes tan ávidos. La erótica del poder crea adeptos, en una sociedad cada vez más secularizada. ¿O es la supervivencia del homo stupidus?
Poco a poco, la primavera, otra vez ella, tomó protagonismo. Con esa calidez, con esa luz. Donde aflora la dignidad como eje vertebrador del colectivo. Como en Praga, la Sorbona o, recientemente, Egipto. Aunque no lo podemos relacionar, ocurrió sin palos pero con firmeza. De modo reflexivo. Consensuado. Congregando a propios y extraños, de toda índole, condición, género y edad.
Alguno de los que ahora se frotan las manos pensando en su nueva posición relevante en los diversos órganos consistoriales, no sepa dónde están los adoquines ni la playa, pero la tendencia es uniforme. Los viejos discursos no servirán para otros propósitos que no sean los meramente dignos para el ser humano. La falocracia está condenada y muchos no lo saben ver por que se rigen por unos modos pasados de moda.

Y encima, el supuesto triunfalismo les hace creerse mejores que los que les han alterado, a todas luces, su burdo electoralismo localista.

Lo siento, señor Fraga.









No hay comentarios:

Publicar un comentario