viernes, 14 de mayo de 2010

Esto es lo que pienso.




Me pregunto si el “tijeretazo” obrado por nuestro talentoso presidente, por otra parte calificado de “hachazo” en el Financial Times (fuente:CNN), no es fruto del miedo a vernos convertidos en otra Grecia y enviar (de hecho, lo ha hecho_ ¡qué diría su abuelo...!) toda la ideología a tomar por el _bul del Estambul (qué cerca está Turquía y que poco la queremos) del abedul, sobre todo después de vender como buenos los cuentos del brote verde, auspiciados por encuestologias baratas, estadísticas de usos varios para aplacar ánimos... Situarnos a la altura del país helénico no forma parte de nuestra soberbia; al fin y al cabo, siempre hemos mirado hacia el norte, despreciando el sur. Nobleza y prestigio obliga. José María hizo lo mismo.
Pero no nos pongamos a temblar. Nuestra pirámide poblacional está suficientemente sólida y tejida, con un carácter suficientemente arraigado como para no alterar lo social por mucho que los sindicatos se envalentonen (¿qué guión les toca, sino?). Somos un país de resignados pícaros que siempre obraremos por la tangente. Y si no que se lo pregunten al comensal que, con motivo del desangelado y triste 1º de mayo anterior, me comentó detrás de un suculento plato en el interior de un restaurante céntrico: “...hemos actuado con destreza. Hemos educado a nuestros hijos para hacer lo correcto. Haz lo que yo te diga, pero no lo yo que haga...” ¿Supervivencia máxima o falta de honestidad con uno mismo? Nunca ha habido, que yo sepa, un tiempo de vacas tan escuálidas como ahora, con lo que no me sirvió como excusa. Nos las prometiamos felices, hemos vivido en una ficción y gracias al ladrillo creció una burguesía que, lejos de ser la tradicional que provoca flujos y mercados, se enquistó en una élite buenista y satisfecha, con una descendencia afín. Así nos va. La demografía es una ciencia a la que no hacemos caso; sin personas no existe territorio ni urbanismo pertinente que insufle el monumentalismo exhibicionista de lo occidental.
Pero debajo de ese estatus, ¿quien queda? Engels y Hegel lo tenían claro. Con las crisis, todo nómada desaparece y vivimos en una sociedad de clases, como decía Marx. Aunque otro de su apellido ya acertó con aquello de “... de la más absoluta pobreza hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria...” Se llamaba Groucho.

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