jueves, 10 de enero de 2008

Opulencia...





 


































Lo decía un notable antropólogo últimamente (El País, 22.12.07) justo antes de esas celebraciones que, por antonomasia, vierten esas fiebres anualmente y que transforman a todo aquel en un intento de lo que no se puede ser, aunque sea por unos días. Donde la efervescencia, la ostentación, la desmesura, el fervor (...), la exageración de la liturgia se trasladan a nuestro territorio más íntimo, convencionalmente compartido casi por obligación; donde la ficción forma parte de la costumbre, añadiendo al teatro parafernalico unos tintes que se traducen sólo en lo económico. Y donde no estar de acuerdo es pecado. Quizás es que la sociedad está saturada y ya no sabe cómo definirse.
Paso, en cuestión de horas, a la nada más austera. Aquella que no dispone, no comulga con remilgos, que no recursa, que no es habitable siquiera, que fagocita cualquier intento de exhibición. Aquí no hay dudas, sólo andas con lo puesto, no conoces, no sabes, no tienes una referencia...

"Beduino, te piensas que eres pobre, pero no lo eres; tu riqueza es el desierto. Tu vida es la libertad. No pienses que eres pobre, por que tienes el regalo de la naturaleza..." (Antiguo verso musicado beduino de la región de Wadi Musa).

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